La Reforma del siglo XVI fue un movimiento dentro de la cristiandad occidental para purgar la iglesia de abusos medievales y restablecer las doctrinas y prácticas que, según creían los Reformadores, concordaban con la Biblia y con el modelo de iglesia en el Nuevo Testamento. Esto condujo a un quiebre entre la Iglesia Católica Romana y los reformadores, cuyas creencias y prácticas pasaron a llamarse Protestantismo.
Causas
Los factores causales de la Reforma fueron complejos e interdependientes entre sí. Los precursores propiamente tales de la Reforma incluyeron los movimientos fundados por John Wycliffe (los Lolardos) y Juan Huss (los Husitas) durante los siglos XIV y XV. Pero estos grupos reformadores eran localizados (en Inglaterra y Bohemia) y fueron en gran parte suprimidos. Entre los factores que hicieron mucho más formidable al movimiento de Reforma del siglo XVI se contaron los cambios en el clima intelectual y político.
El Renacimiento cultural ocurrido durante el siglo y medio precedente fue un preliminar necesario, porque incrementó el nivel de educación, reenfatizó a los antiguos clásicos, contribuyó al pensamiento y a la erudición y ofreció el Humanismo y la Retórica como alternativas al Escolasticismo. Especialmente a través de su énfasis en los idiomas bíblicos y cuidadosa atención a los textos literarios, el Renacimiento posibilitó la exégesis bíblica que condujo a la reinterpretación doctrinal de Martín Lutero. Además los humanistas cristianos como Desiderio Erasmo criticaron los abusos eclesiásticos y promovieron el estudio de la Biblia y de los padres de la iglesia. La invención de la imprenta por Johann Gutenberg proporcionó un instrumento de gran alcance para la expansión de la erudición e ideas de la Reforma.
Que serias corrupciones se extendían por la iglesia, era ya evidente en el Cuarto Concilio de Letrán, convocado en 1215 por el Papa Inocencio III a fin de reformarla. El Papado mismo se debilitó por su traslado de Roma a Avignon (1309-77), por el Gran Cisma del Papado que duró las cuatro décadas posteriores a ello, y por la doctrina de que la autoridad suprema en la iglesia residía en los concilios generales (Conciliarismo). Los Papas del Renacimiento eran notoriamente mundanos; aumentaron los abusos tales como simonía, nepotismo y excesos financieros, y la venalidad e inmoralidad minaron a la iglesia; la venta de indulgencias era una práctica particularmente desafortunada porque afectaba el arrepentimiento y enmienda de la vida. Al mismo tiempo se manifestó un genuino resurgimiento de la religiosidad popular, incrementando la disparidad entre las expectativas de la gente y la capacidad de la iglesia de satisfacer necesidades espirituales. Algunos se volvieron hacia el misticismo y la religión propia, pero la gran masa estaba agitada y descontenta.
En la Edad Media tardía ocurrió, además, un cambio político significativo. El Santo Imperio Romano, que había perdido cohesión en parte como resultado de su lucha contra el Papado en la Querella de las Investiduras, se vió debilitado por el surgimiento de principados territoriales virtualmente independientes y de ciudades imperiales libres. Externamente el imperio se fue debilitando por la evolución gradual de las naciones-Estados de la Europa occidental moderna; las monarquías en Francia, Inglaterra y, más adelante, España, estaban desarrollando fuerza y unidad dinásticas que en gran medida les permitieron controlar a la iglesia al interior de sus fronteras.
Económicamente, el auge del comercio y el cambio a una economía monetarizada crearon una clase media más fuerte en una sociedad más urbana. Durante ese período la iglesia encontró dificultades financieras porque había llegado a implicarse en la economía señorial: poseía riqueza en tierras y topaba con problemas para desempeñar sus extensas obligaciones administrativas, diplomáticas y judiciales.
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